lunes, 15 de diciembre de 2008

A propósito del último trabajo de Sédal Plazas



El último (y único hasta a fecha) trabajo de Sédal Plazas es una delirante intervención en el espacio urbano-rústico de la pequeña localidad zamorana de Sanzoles City. En este singular paraje, conocido por que las ancianas del lugar van en moto a la iglesia, la artista ha introducido una suerte de abismación representacional, una paradójica autorepresentación del paisaje estepario como indagación en los signos identitarios de la pequeña comunidad neolítica que la vio nacer. Pese a la aparente simplicidad formal de la obra, no estamos ante un ejercicio de ingenuidad (más o menos consciente), ni existe la voluntad de provocar al espectador entendido mediante la apropiación de códigos visuales propios de un parvulario. La extraordinaria inteligencia crítica de esta joven promesa de la plástica española le permite articular una reflexión acerca de la estética post-ciber-punk en que los paisajes postindustriales conviven con visiones ya apocalípticas de una civilización que ha vuelto a las cavernas (véase la cueva-bodega, o la iglesia como encarnación del pensamiento precrítico). El espectador siente una especie de escalofrío (lleve o no leotardos) que le ayuda a fundirse con el paisaje y la misérrima tierra castellana, como si Claudio Rodríguez hubiese hecho un pacto con Neal Stephenson. Esperamos con ansiedad la próxima propuesta de Sédal Plazas.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Tres petit espagnol

En el corazón de Valladolid vivían tres petit espagnol valiente-torero que eran amigos. Los clientes siempre les perseguían para que redujesen sus presupuestos, modificasen las propuestas gráficas y creasen soluciones interactivas por amor a su trabajo. Para escapar de aquella situación insostenible, los tres petit espagnol valiente-torero decidieron viajar a un país remoto, lejos de aquellos seres malignos.

Durante semanas anduvieron sin descanso hasta llegar al lejano reino belga, cuna del ilustre emperador Habsburgo que acabó sus días en un humilde chamizo cerca de Jaramilla de la Vera bebiendo la cerveza que para él elaboraron sin descanso, de sol a sol, los ancestros de moneta.

El pequeño quiso ver el Museo de Cómic para alimentar su creatividad y poder satisfacer a sus clientes con propuestas innovadoras. El mediano quiso conocer el Centro de Encaje de Brujas para aprender a hacer tapetes de bolillos con el fin de agasajar a sus clientes con novedosos presentes navideños. Por su parte, la única preocupación del mayor era elegir una cerveza entre las trescientas cincuenta y ocho ofertadas en la carta del bar. -Ya veréis lo que hacen los clientes con vuestro esfuerzo- advirtió a sus amigos mientras éstos pensaban soluciones creativas.

Un cliente llamó al pequeño y él le explicó su propuesta gráfica. Pero el cliente protestó y su propuesta se derrumbó. Otro cliente llamó al mediano, quien comentó ilusionado su destreza con las agujas y la calidad del hilo que utilizaría en su regalo navideño. Pero el cliente protestó y su ilusión se derrumbó (ved en fotografía la cara de decepción del petit espagnol mediano). Ambos fueron desconsolados a pedir consejo al mayor. Sin ánimo, pensando en la satisfacción del usuario, llegaron al coffee shop en el que el petit espagnol valiente-torero mayor reflexionaba sobre la vida (queridos amigos de lo auténtico: ya vosotros sabréis leer entre líneas).

Los dos se metieron en el tugurio, desconectaron sus móviles y, siguiendo el consejo del amigo más sabio, pidieron tres cervezas frías y un plato de pallela (ved en fotografía la penúltima ronda).

Los clientes llamaron hasta la extenuación pero no pudieron ponerse en contacto con ellos. Juraron en hebreo con tanta potencia que sus maldiciones se oyeron en toda la tierra pero se cuenta que nunca jamás volvieron a molestar a los tres petit espagnol valiente-torero.

Y colorín colorado, el estrés post-vacacional ha comenzado.

jueves, 28 de agosto de 2008

Moneta road





Érase una vez una moneta un tanto melancólica que un buen día decidió irse de viaje en busca del sentido de la vida. En el cole se había leído el Quijote y le había molado un pegote. El personaje que más le gustaba era Sancho, el secundario de lujo, buen conocedor del refranero, al que su caballero prometió convertirlo en gobernador de la Ínsula Barataria. La moneta, fan, como digo, del tal Sancho, decidió ver si el bonachón escudero habíase retirado, tras su calamitoso camino, a la dicha Ínsula. Busca que te busca en por la geografía nacional encontró por fin la posible ínsula: la Villa de Tábara, bien cerquita de Zamora. Un majestuoso poblacho que en su tiempo tuvo un scriptorium, un beato (nos lo birlaron los yanquis) y caza en abundancia. Como el que tuvo retuvo, ahora aún queda una bonita iglesia y un par de tapias caídas. La moneta no encontró al tal Sancho, pero como tenía poca memoria olvidó qué le movía a viajar y siguió andando sin rumbo fijo, sin provecho ni beneficio, en busca del sentido de la vida. Pasó por Sanabria hasta llegar a Santiago donde se puso de mejillones hasta reventar. Le habían hablado de un bar mítico llamado El gato negro, uno de esos baruchos típicos de Santiago donde se come que te cagas. La mala suerte perseguía a la moneta y el bar resultó estar cerrado porque el dueño se había ido a ver al santo. En fin, moneta, otra vez será. Siguío nuestra amiguita rumbo noreste (no de manera premeditada porque la pobrecica no se sabe orientar) y después de pasar por Coruña, Cudillero, la lluviosa Luarca y no sé qué sitios más llegó a Gijón, ciudad indipop por excelencia. Pero no le gustó. Llovía y ni siquiera llegó a beber un culín de sidriña. Lo único positivo de su paso por Asturias fue que conoció a un monete zamorano del que se hizo amiguino. Después moneta se dirigió a Santander donde vivía su amiga O´Hara, EsCarlota O´Hara. Y allí pasó un par de días hasta que se hartó del norte, y, como no podía ser de otra manera, la cruda realidad llamó a su puerta. Tocaba volver a trabajar, levantarse pronto y esnifar mierda en un triste laboratorio. Moneta seguirá buscando la felicidad, y pronto, la encontrará...

Entre Comillas






Érase una vez una encantadora parejita residente en Valladolid. El ambiente de una de las ciudades más casposas del Estado les agobiaba hasta límites insospechados por lo que empezaron a plantearse migrar a latitudes menos cálidas, donde la gente fuese menos rancia, los políticos menos mangantes y el paisaje verde les ayudase a sobrellevar sus penas. Pensaron en una recoleta villa cercana a Santander (ciudad agradable, abierta, audaz y cosmopolita como la que más). Sí amiguitos, se trataba de Comillas, pedanía conocida por su Universidad Pontificia, donde los niños pontifican en paz, los arquitectos modernistas edifican a sus anchas sus mamotretos horteras y las beatas huyen despavoridas cuando los turistas escupen en las cunetas. Un lugar idea donde desarrollar una creativa carrera profesional y criar a los churumbeles, un apacible retiro donde obreros y sudacas conviven con señoritos emigrados desde Jerez (con su caballo y todo). En fin, os invitamos a un pequeño recorrido gráfico por esta apasionante villa solariega.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Llega Mundomonete


¿Nadie te hace caso? ¿Nadie te comprende? ¿Estudiaste medicina durante 15 años para acabar descubriendo que la sangre te daba auténtico pánico? No sufras más. Ha llegado mundomonete, el lugar donde residen monetes, monetas y sus pocos amigos. El lugar donde podrás encontrar las chorradas que sólo nos hacen gracia a nosotros. El rincón reservado a las cositas de plástico multicolor (con permiso del nocillero Fernandez Mallo). Bienvenido a Mundomonete, que si te descuidas te la mete...