lunes, 1 de septiembre de 2008

Tres petit espagnol

En el corazón de Valladolid vivían tres petit espagnol valiente-torero que eran amigos. Los clientes siempre les perseguían para que redujesen sus presupuestos, modificasen las propuestas gráficas y creasen soluciones interactivas por amor a su trabajo. Para escapar de aquella situación insostenible, los tres petit espagnol valiente-torero decidieron viajar a un país remoto, lejos de aquellos seres malignos.

Durante semanas anduvieron sin descanso hasta llegar al lejano reino belga, cuna del ilustre emperador Habsburgo que acabó sus días en un humilde chamizo cerca de Jaramilla de la Vera bebiendo la cerveza que para él elaboraron sin descanso, de sol a sol, los ancestros de moneta.

El pequeño quiso ver el Museo de Cómic para alimentar su creatividad y poder satisfacer a sus clientes con propuestas innovadoras. El mediano quiso conocer el Centro de Encaje de Brujas para aprender a hacer tapetes de bolillos con el fin de agasajar a sus clientes con novedosos presentes navideños. Por su parte, la única preocupación del mayor era elegir una cerveza entre las trescientas cincuenta y ocho ofertadas en la carta del bar. -Ya veréis lo que hacen los clientes con vuestro esfuerzo- advirtió a sus amigos mientras éstos pensaban soluciones creativas.

Un cliente llamó al pequeño y él le explicó su propuesta gráfica. Pero el cliente protestó y su propuesta se derrumbó. Otro cliente llamó al mediano, quien comentó ilusionado su destreza con las agujas y la calidad del hilo que utilizaría en su regalo navideño. Pero el cliente protestó y su ilusión se derrumbó (ved en fotografía la cara de decepción del petit espagnol mediano). Ambos fueron desconsolados a pedir consejo al mayor. Sin ánimo, pensando en la satisfacción del usuario, llegaron al coffee shop en el que el petit espagnol valiente-torero mayor reflexionaba sobre la vida (queridos amigos de lo auténtico: ya vosotros sabréis leer entre líneas).

Los dos se metieron en el tugurio, desconectaron sus móviles y, siguiendo el consejo del amigo más sabio, pidieron tres cervezas frías y un plato de pallela (ved en fotografía la penúltima ronda).

Los clientes llamaron hasta la extenuación pero no pudieron ponerse en contacto con ellos. Juraron en hebreo con tanta potencia que sus maldiciones se oyeron en toda la tierra pero se cuenta que nunca jamás volvieron a molestar a los tres petit espagnol valiente-torero.

Y colorín colorado, el estrés post-vacacional ha comenzado.